una carta en la oscuridad

viernes, 22 de enero de 2010


El amor no permite perdones, la muerte logra sacar de nuestras bocas perdones...






Ahora sentada enfrente de un destino incierto y una vela casi derretida, que sólo muestra una luz que se carcome más y más por causa del tiempo y se mueve de lado y lado sin rendirse en contra del viento, te escribo, con letras que se congelarán en el espacio, imposibles de leer, hasta que te vuelva a ver... mis lagrimas no dejan de caer sobre esta hoja blanca; la que quise fuera hermosa y no tuviera defecto alguno, ninguna es igual a ella, aunque se parece a todas, la pluma que habla sobre este papel, parece no tener fuerzas, su tinta tristemente pinta, ha de ser mi desesperación y desánimo por ya no verte, que al tocar algo lo vuelvo triste y vulnerable. Todavía mi cabeza trae como un recuerdo ahogado en un oscuro mar; los gritos silenciosos con los que te despedí aquella noche, y las preguntas que de mí salían; “¿por qué te vas con ella?”...pero la encontraré para volver a estar contigo... esta noche no hay estrellas, imaginé que podía verte en una de ellas, pero no, no estás allí y la luna cubierta por una nube, no deja ver sus rayos melancólicos que desplegándolos por la tierra nos ayudan a que nuestros ojos se alerten a estas altas horas, y la vela que tengo enfrente sigue derrumbándose sobre sí, se está acabando mucho más rápido, es así, mientras; sepamos que nos vamos, más veloces queremos ser, por eso te fuiste antes de que lo supieras... el viento ya no la sopla, se compadeció de verla tan frágil, ojalá fueras viento y te compadecieras de mi sufrimiento... yo creo que no era tiempo de tu ida, sin embargo la acepto, espero que seas feliz en donde estés con esa otra que te llevó a sus brazos.

En mi hay un sufrimiento sembrado, el que se ha comido mi larga cabellera negra y como magia la ha convertido en blanca, los ojos achinados que un día viste, se han marchitado como las rosas que un ayer me regalaste y guardé con emoción cerca de esa cajita de música, la que cuando se abría una suave y fresca melodía dedicaba y un jardín de flores alegraba, el cual está hoy seco de unos cuantos sentimientos juntos... no espero que vuelvas, sí así no lo quieres; pero yo sí iré por ti y de ella te arrebataré sin compasión como me lo hicieron a mí; despierto en las mañanas y hallo tu aroma cuando corro a verte, sólo es el mar atraído por la brisa que me devuelve tu olor.

Hay días en que mi mente vaga y mirando el vacío de esta casa vieja, recorro de nuevo tu cuello blanco, miro tus bellos ojos verdes y beso tu tierna mano; tu cabello negro comenta con mis dedos sentimientos de amor, y creyendo cada vez más que estas allí abro mis párpados a la realidad, en donde te has ido. Nunca fingí amarte eso sí nunca te quise, querer es pasajero, amar es eterno... mis abrazos siempre fueron sinceros y mis sonrisas te dijeron; “¡Te amo!” Y a pesar de todo el amor que yo te profesaba a ti no te bastaba y comencé a darme cuenta que tu ya no me amabas o solamente me quisiste y ese querer se acababa. Mis manos cuando se acercaban a ti, tu mirabas a otro lado... me dolía tu constante molestia e irritabilidad. Una mañana en la playa mientras miraba la lejanía y sentía la suave brisa que despide el mar un plan para componer esto, yo pensaba... esa noche quería demostrarte que mi cuerpo no había cambiado mucho después de los tres años de casados, pero con mi plan conseguiste dormirte más rápido y “¡fastidiosa!” Me dijiste... me sentía ignorada y rechazada por quien más amaba, fui a la cocina y pasee un rato, luego volví al cuarto, te veías tan hermoso; fue tu boca la que me enamoró, no, fue tu cabello, fueron tus ojos; esas cosas decía mi cabeza, me acerqué mucho a ti, besé tu frente, tus ojos se abrieron te dije; “¡Te amo!”... tu respiraste hondo y respondiste suavemente a este; “¡yo también!” Luego tocaste mis manos y las tuyas recorrieron despacio mi cabello, me sentía amada de nuevo... y te abracé; pero de la nada dejaste de respirar, tus ojos se abrieron al dolor, sólo un gemido lanzaste, el aire no respirabas, te habías entregado a la muerte goteando sangre de tu pecho; ...¿qué es esto?

Al día siguiente mi libertad se esfumó, mis años en prisión fueron los peores de toda mi vida, las rejas se comieron mi juventud; pero sobreviví y he regresado a esta habitación, después de quince años, nada está como antes, y es que nadie dijo que lo estaría. Llevo horas tratando de hacer estas palabras, temía hacerlo, parezco niña escribiendo sus garabatos, y la vela lleva mucho rato apagada, la luna me regaló un rayo tenue para terminar esta carta y con la oscuridad he escrito, creo que mi mente siente pena por mí, ella es mi única amiga, pues hasta lo soledad se ha marchado... El fin de todo esto; es pedirte perdón, nunca fue mi intención dudar de ti y ya sin fuerzas he terminado mi último cometido en este mundo, creo que no nos veremos sin que antes me perdones él haberte clavado aquel fino cuchillo en tu pecho... ¡amor perdóname por haberte asesinado!...

1 comentarios:

Slayer dijo...

Impresionante. Nunca creí que nadie sería capaz de expresar la desesperación del sufrimiento amoroso tan bien como lo haces tú.
Sigue así.